Después de seis años sin nada nuevo, Kathryn Bigelow nos «sorprende» con En tierra hostil. No me voy a centrar en hacer una crítica sobre la película, ya que seguramente vosotros penséis del mismo modo que yo respecto a ella. Sin embargo, no puedo pasar a otro tema sin añadir que me parece increíble que actualmente se sigan haciendo películas de este tipo: me resulta insultante como espectadora tener que enfrentarme ante una nueva tomadura de pelo; una «película» en la que se nos toma (tanto a mí como a vosotros, os lo aseguro) como seres pasivos y palomiteros. Pero lo que más triste me parece es la poca estima en la que se tiene su directora.
Lo de que Bigelow ganase el Oscar a la mejor película y dirección es algo que no me sorprende conociendo el gusto por lo controvertido. Sin embargo, y ahí se encuentra el meollo del asunto, me parece totalmente anti-ético cómo se ha apoyado a esta mujer como símbolo de una especie de «feminismo» y propósito de igualdad.
Me sorprende el hecho de que muchas de las personas que han apoyado esta película sean mujeres. Esto no se produce tan solo en nuestro ámbito cotidiano, sino que en famosas revistas como Cinemanía las críticas más favorables proceden de mujeres, como es el caso de Mariló García, que le otorga la máxima puntuación.
Desde mi punto de vista, el Oscar de esta directora ha perjudicado en gran medida al feminismo real actual, y también la imagen de la mujer,no solo en el cinematográfico, sino en todos los ámbitos.
Apoyar una película de este tipo por el mero hecho de que una mujer «haya podido hacer lo mismo que un hombre» (argumento real) no es contribuir a la igualdad, por mucho que los medios apoyen esta idea.
Si conseguir esa «igualdad» consiste en que las mujeres tengan que hacer este «tipo de basura cinematográfica», prefiero dejar de apoyar este objetivo.
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